Santa Margarita María nació el 25 de Julio de 1647, en Janots, Borgoña, Francia (Diócesis de Autun). Fue la quinta de siete hijos de un notario acomodado.
Fiesta: 16 de octubre
A los cuatro años Margarita hizo una promesa al Señor. Sintiéndose inspirada rezó: «Oh Dios mío, os consagro mi pureza y hago voto de perpetua castidad». Aunque ella misma confesó más tarde que no entendía lo que significaba las palabras «voto» o «castidad”.
Cuando tenía 8 años murió su padre, e ingresaron a la niña en la escuela de las Clarisas Pobres de Charolles. Desde el primer momento se sintió atraída por la vida de las religiosas, en quienes la piedad de Margarita produjo tan buena impresión, que le permitieron hacer la Primera Comunión a los 9 años, lo cual no se acostumbraba en aquella época. Dos años después, Margarita contrajo una dolorosa enfermedad reumática que la obligó a guardar cama hasta los 15 años. Por este motivo tuvo que regresar a su casa.
Hija de la Virgen María
Ya de regreso, Margarita (que estaba muy enferma y sin tener un remedio seguro) buscó alivio en la Virgen Santísima. Le hizo una promesa, si Ella le devolvía la salud se haría una de sus hijas.
Apenas le hizo la promesa, recobró la salud. Dice Santa Margarita: «Recibí la salud, y una nueva protección de esta Señora, la cual se declaró dueña de mi corazón, que mirándome como suya, me gobernaba como consagrada a Ella, me reprendía mis faltas y me enseñaba a hacer la Voluntad de Dios.»
Además de la salud, esta promesa logró en Margarita un profundo sentido de unión con la Virgen, quién desde ese momento empezó a dirigir toda su vida, pero no sin dificultades. «Apenas comencé a gozar de plena salud, recordará más tarde Margarita, me fui tras la vanidad y afecto de las criaturas, halagándome que la condescendiente ternura que por mi sentían mi madre y mis hermanos me dejara en libertad para algunas ligeras diversiones y para consagrar a ellas todo el tiempo que deseara…».
La Virgen la reprende severamente cuando la veía dispuesta a sucumbir en la terrible lucha que sostenía en su interior. Estando en una ocasión rezando el Rosario sentada, se le presentó la Virgen ante ella y le dijo «Hija mía, me admiro de que me sirvas con tanta negligencia». Causaron tal impresión estas palabras en la vida de Margarita, que le sirvieron de aviso para toda su vida.
Pero la Virgen es también ternura y consuelo. Un día le dijo a Margarita: «Nada temas; tú serás mi verdadera hija, y yo seré siempre tu buena Madre’’. Santa Margarita María hizo voto a la Virgen de ayunar todos los sábados y de rezar el oficio de su Inmaculada Concepción. Viendo su deseo de radical entrega, la Santísima Virgen le ayuda a alcanzar su meta.
El Santísimo Sacramento
Las cosas en la casa de Margarita no iban muy bien. Desde la muerte de su padre se habían instalado en su casa dos parientes y una de las hermanas de su papá, quienes habían relegado a segundo término a la mamá de Margarita y habían tomado en sus manos el gobierno de la casa. De este modo no tenían autoridad alguna ni Margarita ni su mamá en la casa. Era una guerra continua ya que todo estaba bajo llave, de tal modo que ellas no podían hacer nada sin el permiso de sus parientes.
Margarita entonces empezó a dirigir todos sus afectos, su dicha y su consolación en el Santísimo Sacramento del altar. Pero ni siquiera esto le fue posible libremente, ya que la Iglesia de su pueblo quedaba a gran distancia y Margarita no podía salir de la casa sin el permiso de sus familiares. En repetidas ocasiones un familiar le daba permiso y otro se lo negaba.
Pero si Margarita sufría por su situación, mayor era el sufrimiento que le causaba el ver la condición de su madre. Ella, enferma con una erisipela en su cabeza que le producía una hinchazón e inflamación muy peligrosas, se veía continuamente cerca de la muerte. Y cuanto más rogaba Margarita a sus parientes para que ayudasen a su mamá, ellos, sin mucho interés, buscaron tan sólo un cirujano que la vio una sola vez. Este, después de hacerla sangrar por un rato, les dijo a todos que sólo un milagro podría salvar a la mamá de Margarita. Viendo el descuido hacia su madre en medio de su estado crítico, Margarita, en su angustia, acudió al mismo Señor, y en oración le pidió que Él mismo fuese el remedio para su pobre madre y que le enseñase a ella qué tenía que hacer.
Pronto se haría imperiosa la necesidad de esa fortaleza especial que Margarita pedía. En cuanto regresó a la casa, encontró que estaba reventada la mejilla de su mamá con una llaga casi tan ancha como la palma de una mano, y de ella salía un hedor insoportable. Venciendo su natural repugnancia a las heridas, Margarita curaba todos los días la llaga de su mamá, teniendo varias veces que cortar mucha de su carne podrida. Durante todo el tiempo de la enfermedad, Margarita apenas dormía y comía muy escasamente. Pero ella no dejaba de dirigirse al Señor y le decía con frecuencia: «Mi Soberano Maestro, si Vos no lo quisieras, no sucedería esto, pero os doy gracias de haberlo permitido para hacerme semejante a Vos».
Y así iba creciendo en Margarita un gran amor a la oración y al Santísimo Sacramento. Ella se lamentaba, pues sentía que no sabía cómo orar, más era el mismo Señor quien le enseñaba. Él la movía a arrodillarse ante Él, y pedirle perdón por todas sus ofensas y después de adorarlo, era el mismo Señor quien se le presentaba en el misterio que Él quería que ella meditase. Y consumida en Él, crecía en ella el deseo de sólo amarlo cada vez más.
El llamado del mundo
Todo esto fue muy duro para Margarita, quien sufría horriblemente. El demonio la tentaba continuamente, diciéndole que si ella se hacía religiosa, esta pena mataría a su mamá. Pero por otra parte, la llamada de Margarita a ser religiosa y el horror a la impureza no cesaban de influenciarle y tenía, por Gracia de Dios, continuamente delante de sus ojos su voto, al que sentía que si llegase a faltar sería castigada con horribles tormentos.
Pero la ternura hacia su madre comenzó a sobreponerse con la idea de que siendo aún niña cuando hizo el voto, y no comprendiendo lo que era, bien podría obtener dispensas. Comenzó pues Margarita a mirar al mundo y a arreglarse para ser del agrado de los que la buscaban. Procuraba divertirse lo más que podía, pero durante todo el tiempo en que estaba en estos juegos y pasatiempos, continuamente el Señor la llamaba a Su Corazón.
Cuando por fin ella se apartaba un poco para recogerse, el Señor le hacía severas reprensiones ante las cuales sufría horriblemente. Dice Santa Margarita: «Me lanzaba Jesús flechas tan ardientes, que traspasaban mi corazón y lo consumían dejándome como transida de dolor. Pasando esto, volvía a mis resistencias y vanidades».
La batalla decisiva
En una ocasión Jesús le dijo: «Te he elegido por esposa y nos prometimos fidelidad cuando hiciste el voto de castidad. Soy quien te he motivado a hacerlo, antes de que el mundo tuviera parte en tu corazón… Y después te confié al cuidado de Mi Santa Madre, para que te formase según Mis Designios”.
Finalmente, el Divino Maestro se le aparece un día todo desfigurado, cual estaba en Su Flagelación y le dice: «Y bien ¿querrás gozar de este placer?- Yo no gocé jamás de ninguno, y me entregué a todo género de amarguras por tu amor y por ganar tu corazón- ¿Querrás ahora disputármelo?». Comprendió ella que era su vanidad la que había reducido al Señor a tal estado. Que estaba ella perdiendo un tiempo tan precioso, del cual se le pediría una cuenta rigurosa a la hora de su muerte. Y con esta Gracia Extraordinaria, revivió en ella el deseo de la vida religiosa con tal ardor, que resolvió abrazarla a costa de cualquier sacrificio, aunque pasarían cinco años antes de poder realizarlo.
Ingreso en el Convento de la Visitación de Paray-Le-Monial
Cuando sus parientes por fin se dieron cuenta de la firmeza de Margarita, la enviaron a la casa de unos tíos que tenían una hija religiosa de la Orden de las Ursulinas. Pero Margarita no sentía que era ahí donde el Señor la quería y además sentía en su corazón una Voz que le decía, «No es ahí donde te quiero, sino en Santa María”. Una vez, viendo ella un cuadro de San Francisco de Sales, le pareció que le dirigía una mirada tan paternalmente amorosa, llamándola a ser su hija. Sintió que debía ella ser de la orden que este santo había fundado junto con Santa Juana de Chantal: las Visitandinas. Además, sentía mucha atracción hacia esta orden porque llevaba el nombre de María Santísima: Las Visitandinas, en honor al misterio de la Visitación.
Después de muchas dificultades en convencer a sus parientes de que ella quería entrar en el convento de la Visitación, por fin logró Margarita lo que tanto deseaba, y eligió a Paray-le-Monial como el lugar donde debía estar. En cuanto entró al locutorio del convento de Paray, oyó en su corazón una Voz: «Aquí es donde te quiero». Su hermano le regaló la dote y Margarita ingresó en el Convento de la Visitación de Paray-le-Monial el 20 de junio de 1671.
Transcurridos dos meses de la postulación, tomó el santo hábito el 25 de agosto de 1671. Dijo entonces: «Mi divino Maestro me dio a entender que estábamos en días de nuestros desposorios, los cuales le daban un nuevo imperio sobre mí. En seguida me dio a conocer que, a imitación de los amantes apasionados, no me daría a gustar, durante este tiempo, sino lo que había de más dulce en la suavidad de las caricias de Su Amor».
La joven novicia se mostró humilde, obediente, sencilla y franca en el noviciado. Según el testimonio de una de sus connovicias, edificó a toda la comunidad «Por su caridad para con sus hermanas, a las que jamás dijo una sola palabra que pudiese molestarles, y por la paciencia con que soportó las duras reprimendas y humillaciones a las que fue sometida con frecuencia». En efecto, el noviciado de la santa no fue fácil. Por ejemplo, por más que le pidiese su Superiora, le era imposible a Margarita practicar la meditación discursiva. Ella cuenta, «Por más esfuerzos que hacía yo por practicar el método que me enseñaban, acababa siempre por volver al método de mi Divino Maestro, aunque no quisiese.» Esto le causaba mucho dolor ya que su mayor deseo era de obedecer a su Superiora.
También hubo otra situación que fue causa de gran abnegación para Margarita. Se trata de una natural repugnancia que tenía toda la familia de Margarita hacia el queso. Era tanta la aversión que tenían al queso, que el hermano de Margarita les pidió expresamente a las hermanas que no le obligasen a Margarita jamás el tener que comerlo. Pero ya en el convento, se dio todo lo opuesto. Margarita, por obediencia tenía que comer queso. Al principio no podía por las nauseas que le daban y salía corriendo. Pero le suplicaba a su Señor que le ayudase ya que ella no quería ser diferente de las demás en nada. Con gran esfuerzo de su parte, Margarita logró comer queso. Cosa que ofreció como sacrificio por más de diez años.
La obediencia a sus superiores
Otra dificultad para Margarita fue el hecho de su propia vida tan sobrenatural, pues sus superiores le indicaban que esas formas de espiritualidad no iban con el espíritu de la Visitación. Miraban con recelo sus experiencias como sujetas a la ilusión y al engaño, y así dudaban sus superioras el permitir que Margarita hiciese sus votos de profesión y le mandaron que le pidiese al Señor que la hiciese útil a la santa religión por la práctica exacta de todas las observancias. Esto Margarita lo llevó al Señor y Él le respondió:
«Di a tu Superiora que te haré más útil a la religión de lo que ella piensa, pero de una manera que aún no es conocida sino por Mi. Y en adelante adaptaré Mis Gracias al espíritu de la regla, a la voluntad de tus superioras y a tu debilidad, de suerte que has de tener por sospechoso cuanto te separe de la práctica exacta de la regla, la cual quiero que prefieras a todo. Además, me contento de que antepongas a la mía, la voluntad de tus superiores, cuando te prohíben ejecutar lo que te hubiere mandado. Déjales hacer cuanto quisieren de ti: Yo sabré hallar el medio de cumplir Mis Designios, aun por vías que parezcan opuestas y contrarias. No me reservo sino el dirigir tu interior y especialmente tu corazón, pues habiendo establecido en él, el imperio de Mi puro Amor, jamás le cederé a ningún otro”.
El Señor no enseñó que la Voluntad Divina se pueda relegar a favor de la autoridad humana. Mas bien el Señor enseñó a Margarita que la obediencia a sus superioras es, en efecto, el medio más seguro para acatar Su Divina Voluntad, ya que aun siendo sus superioras limitadas, la obediencia lograría que la Voluntad Divina triunfe a pesar de todo. El Señor promete que si ella obedece a sus superioras… «Yo sabré hallar el medio de cumplir Mis Designios».
Margarita toma sus votos
La Madre Superiora quedó contenta con la respuesta del Señor recibida por Margarita y a esta se le abren las puertas para hacer su voto de profesión el 6 de noviembre de 1672. El Señor por su parte cumplió plenamente Su Promesa, pues Él se encargó de trabajar fuertemente en purificar y transformar su corazón en un corazón semejante al Suyo.
El sacerdote al celebrar su profesión dijo: «Jesucristo te iluminará. ¡Ve delante por las sendas del justo, como la aurora resplandeciente…!». Escribió Santa Margarita ese día por la tarde: «Yo vil y miserable criatura, prometo a mi Dios someterme y sacrificarme a todo lo que pida de mi, inmolando mi corazón al cumplimiento de todo lo que sea de Su agrado, sin reserva de otro interés mas que de Su mayor Gloria y puro amor, al cual consagro y entrego todo mi ser y todos mis momentos”.
Tres armas para la lucha
Margarita recibió del Señor tres armas necesarias en la lucha que debía emprender para lograr la purificación y transformación.
Primera arma
Una conciencia delicada y un profundo odio y dolor ante la más
pequeña falta
Una vez le dijo el Señor cuando había Margarita cometido una falta: «Sabed que Soy un Maestro Santo, y enseño la santidad. Soy Puro, y no puedo sufrir la más pequeña mancha. Por lo tanto, es preciso que andes en Mi Presencia con simplicidad de corazón en intención recta y pura, pues no puedo sufrir el menor desvío, y te daré a conocer que si el exceso de Mi Amor me ha movido a ser tu Maestro para enseñarte y formarte en Mi manera y según Mis Designios, no puedo soportar las almas tibias y cobardes, y que si Soy Manso para sufrir tus flaquezas, no seré menos severo y exacto en corregir tus infidelidades».
Y así confiesa Margarita que nada era más doloroso para ella que ver a Jesús incomodado contra ella, aunque fuese de forma muy poca. En comparación a este dolor, nada le parecían los demás dolores, correcciones y mortificaciones, y por tanto acudía inmediatamente a pedir penitencia a su Superiora cuando cometía una falta, pues sabía que Jesús solo se contentaba con las penitencias impuestas por la obediencia. Esta arma se fundamenta en su gran deseo de amar.
Segunda arma
La Santa obediencia
Lo que más severamente le reprendía Jesús a Margarita eran sus faltas en la obediencia, ya sea a sus superiores o a su regla. La menor réplica a los superiores con señales de incomodidad o repugnancia le es insoportable al Señor en un alma religiosa. Una vez, corrigiéndola, le decía: «Te engañas creyendo que puedes agradarme con esa clase de acciones y mortificaciones en las cuales la voluntad propia, hecha ya su elección, más bien que someterse, consigue doblegar la voluntad de las superioras. ¡Oh! Yo rechazo todo eso como fruto corrompido por el propio querer, el cual en un alma religiosa me causa horror, y me gustaría más verla gozando de todas sus pequeñas comodidades por obediencia, que martirizándose con austeridades y ayunos por voluntad propia”.
Tercera arma
Su Santa Cruz
La Cruz es el más precioso de todos Sus Regalos. Un día, después que ella recibió la comunión, se hizo presente ante los ojos de ella una gran Cruz, cuya extremidad no podía ver. Estaba la Cruz toda cubierta de flores, y el Señor le dijo: «He ahí el lecho de Mis castas esposas, donde te haré gustar las delicias de Mi Amor. Poco a poco irán cayendo esas flores, y solo te quedarán las espinas, ocultas ahora a causa de tu flaqueza, las cuales te harán sentir tan vivamente sus punzadas, que tendrás necesidad de toda la fuerza de Mi Amor para soportar el sufrimiento”.
Era de esta forma intensa y purificadora que el Señor obraba Sus Designios en el corazón de Margarita. Él, para desatar cada vez más de su alma el afecto a las cosas de esta tierra y sobre todo a sí misma, quiso permitir que viniesen sobre ella continuas humillaciones y desprecios. Pero no dejaba por ello el Señor de suplirle todas las Gracias necesarias. En otra ocasión le dijo el Señor: «Has de querer como si no quisieras, debiendo ser tus delicias agradarme a Mí. No debes buscar nada fuera de Mí pues de lo contrario injuriarías a Mi Poder y Me ofenderías gravemente, ya que Yo quiero ser solo todo para ti”.
El trabajo de Margarita
Al día siguiente de su profesión destinaron a Margarita a la enfermería, como auxiliar de la enfermera, Sor Catalina Marest, excelente religiosa, aunque de temperamento activo, diligente y eficiente. Margarita en cambio era callada, lenta y juiciosa. Recordándose ella después de su paso por la enfermería, escribía: «Solo Dios sabe lo que tuve que sufrir allí». Y no eran exageradas sus palabras pues había recibido un sinnúmero de insultos y desengaños durante ese tiempo. Jesús le comunicó una parte de Sus terribles angustias en Getsemaní y la quiere víctima inmolada. Ella le dice a Jesús: «Nada quiero sino Tu Amor y Tu Cruz, y esto me basta para ser buena religiosa, que es lo que deseo”.
Revelaciones del Corazón de Jesús
El profundo significado del Corazón está revelado en la Biblia extensivamente, pero quiso Jesús revelarnos en profundidad sus alcances a través de las revelaciones a Margarita.
Primera Revelación
El 27 de diciembre de 1673, día de San Juan el Apóstol, Margarita María tenía solo 14 meses de profesa y 26 años de edad, y estaba como de costumbre arrodillada ante el Señor en el Santísimo Sacramento expuesto en la capilla. Era el momento de la primera gran Revelación del Señor. Ella lo cuenta así: «Estando yo delante del Santísimo Sacramento me encontré toda penetrada por Su Divina Presencia. El Señor me hizo reposar por muy largo tiempo sobre Su Pecho Divino, en el cual me descubrió todas las maravillas de Su Amor y los secretos inexplicables de Su Corazón Sagrado. Él me dijo: «Mi Divino Corazón, está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en Él las llamas de Su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos Dones que te estoy descubriendo, los cuales contienen las Gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo obra mía”.
«Luego, continúa Margarita, me pidió el corazón, el cual yo le suplicaba tomara y lo cual hizo, poniéndome entonces en el Suyo adorable, desde el cual me lo hizo ver como un pequeño átomo que se consumía en el horno encendido del Suyo, de donde lo sacó como llama encendida en forma de corazón, poniéndolo a continuación en el lugar de donde lo había tomado, diciéndome al propio tiempo: «He ahí, mi bien amada, una preciosa prenda de Mi Amor, que encierra en tu costado una chispa de sus más vivas llamas, para que te sirva de corazón y te consumas hasta el último instante y cuyo ardor no se extinguirá ni enfriará. De tal forma te marcaré con la Sangre de Mi Cruz, que te reportará más humillaciones que consuelos. Y como prueba de que la Gracia que te acabo de conceder no es nada imaginario, aunque he cerrado la llaga de tu costado, te quedará para siempre su dolor y, si hasta el presente solo has tomado el nombre de esclava mía, ahora te doy el de discípula muy amada de Mi Sagrado Corazón”.
Después de este favor tan grande, Margarita quedó por muchos días como abrasada toda y embriagada y tan fuera de sí que podía hablar y comer solamente haciéndose una gran violencia. Ella ni siquiera podía compartir lo sucedido con su Superiora, lo cual tenía gran deseo de hacer, y tampoco podía dormir, pues la llaga (cuyo dolor le era tan grato) engendraba en ella tan vivos ardores, que la consumía y la abrasaba toda.
Los primeros viernes de cada mes
A partir de la primera Revelación Margarita sufriría todos los primeros viernes de mes una reproducción de la misteriosa llaga del costado, cosa que le sucedería hasta su muerte. Estos eran los momentos particularmente elegidos por el Señor para manifestarle lo que quería de ella y para descubrirle los secretos de Su amable Corazón. Entre estas visitas le decía el Señor: «Busco una víctima para Mi Corazón, que quiera sacrificarse como hostia de inmolación en el cumplimiento de Mis Designios”. En su gran humildad, Margarita le presentó varias almas que según ella corresponderían más fielmente, pero el Señor le respondió que era ella a quien había escogido. Esto no era sino ocasión de confusión para Margarita pues su temor era que llegasen a atribuir a ella las Gracias que del Señor recibía.
Segunda Revelación
Unos dos o tres meses después de la primera Aparición, se produjo la segunda gran Revelación. Escribe Margarita: «El Divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, más brillante que el sol, y transparente como el cristal, con la Llaga adorable, rodeado de una corona de espinas y significando las punzadas producidas por nuestros pecados, y una Cruz en la parte superior…la cual significaba que, desde los primeros instantes de Su Encarnación, es decir, desde que se formó el Sagrado Corazón, quedó plantado en Él la Cruz, quedando lleno, desde el primer momento, de todas las amarguras que debían producirle las humillaciones, la pobreza, el dolor, y el menosprecio que Su Sagrada Humanidad iba a sufrir durante todo el curso de Su Vida y en Su Santa Pasión”.
«Me hizo ver, continúa Margarita, que el ardiente deseo que tenía de ser amado por los hombres y apartarlos del camino de la perdición en el que los precipita Satanás en gran número, le había hecho formar el designio de manifestar Su Corazón a los hombres, con todos los tesoros de Amor, de Misericordia, de Gracias, de Santificación, y de Salvación que contiene, a fin de que cuantos quieran rendirle y procurarle todo el amor, el honor y la gloria que puedan, queden enriquecidos abundante y profusamente con los Divinos tesoros del Corazón de Dios, cuya fuente es, al que se ha de honrar bajo la figura de Su Corazón de carne, cuya imagen quería ver expuesta y llevada por mi sobre el corazón, para grabar en él Su Amor y llenarlo de los dones de que está repleto, y para destruir en Él todos los movimientos desordenados. Que esparciría Sus Gracias y Bendiciones por dondequiera que estuviere expuesta Su Santa Imagen para tributarle honores, y que tal bendición sería como un último esfuerzo de Su Amor, deseoso de favorecer a los hombres en estos últimos siglos de la Redención amorosa, a fin de apartarlos del imperio de Satanás, al que pretende arruinar, para ponernos en la dulce libertad del imperio de Su Amor, que quiere restablecer en el corazón de todos los que se decidan a abrazar esta devoción”.
En esta segunda gran revelación nuestro Señor empezó a descubrir Sus Intenciones y formular Sus Promesas. La imagen del Sagrado Corazón de Cristo es el símbolo de Su ardiente Amor hacia nosotros, el cual había entregado sin condiciones, y el Señor quería que esta imagen se expusiese en las casas o llevarse sobre el pecho en forma de medalla, ofreciendo así promesas de Gracias y Bendiciones a quienes lo veneraban. Por el momento Margarita no podía decir nada de lo que había visto pues no había llegado la hora. Estas Revelaciones tendrían que pasar primero por muchos exámenes y sufrir mucha oposición. Y aún había mucho más que Jesús quería revelar.
Tercera Revelación
En lo que probablemente era el primer viernes de junio de 1674, fiesta de Corpus Christi, tuvo Margarita la tercera gran Revelación. Una vez entre otras, escribe Santa Margarita: «Una vez, estando expuesto el Santísimo Sacramento, después de sentirme retirada en mi interior por un recogimiento extraordinario de todos mis sentidos y potencias, Jesucristo mi Amado se presentó delante de mi todo resplandeciente de Gloria, con Sus cinco Llagas brillantes que se presentaban como otros tantos soles, saliendo llamaradas de todas partes de Su Sagrada Humanidad, pero sobre todo de Su adorable Pecho que, parecía un horno encendido. Habiéndose abierto, me descubrió su amabilísimo y amante Corazón, que era el vivo manantial de las llamas. Entonces fue cuando me descubrió las inexplicables maravillas de Su puro Amor con que había amado hasta el exceso a los hombres, recibiendo solamente de ellos ingratitudes y desconocimiento’’.
Entonces Jesús le explicó las maravillas de Su puro Amor y hasta qué exceso había llegado Su Amor para con los hombres de quienes no recibía sino ingratitudes. Esta Aparición es más brillante que las demás. Amante apasionado, se queja del desamor de los suyos y así, Divino Mendigo, nos tiende la Mano el Señor para solicitar nuestro amor.
Le dirige las siguientes peticiones:
- Comulgarás tantas veces cuanto la obediencia quiera permitírtelo.
- Jueves a viernes haré que participes de aquella mortal tristeza que Yo quise sentir en el huerto de los olivos,
tristeza que te reducirá a una especie de agonía más difícil de sufrir que la muerte. - Por acompañarme en la humilde oración que hice entonces a Mi Padre en medio de todas Mis congojas,
te levantaré de once a doce de la noche para postrarte durante una hora conmigo; el rostro en el suelo, tanto
para calmar la cólera Divina, pidiendo misericordia para los pecadores, como para suavizar, en cierto modo,
la amargura que sentí al ser abandonado por mis apóstoles, obligándome a echarles en cara el no haber podido
velar una hora conmigo…
«Eso, le dice Jesús a Margarita, fue lo que más Me dolió de todo cuanto sufrí en Mi Pasión, mientras que si me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que hice por ellos y, de poder ser, aún habría querido hacer más. Más sólo frialdades y desaires tienen para todo Mi afán en procurarles el bien. Al menos dame tú el gusto de suplir su ingratitud de todo cuanto te sea dado conforme a tus posibilidades”.
Ante estas palabras, Margarita solo podía expresarle al Señor su impotencia, y Él le replicó: «Toma, ahí tienes con qué suplir cuanto te falte”. Y del Corazón abierto de Jesús, salió una llamarada tan ardiente que pensó que la iba a consumir, pues quedó muy penetrada y no podía ella aguantarlo, por lo que le pidió que tuviese compasión de su debilidad. Él le respondió: «Yo seré tu Fortaleza, nada temas, solo has de estar atenta a Mi Voz y a lo que exija de ti con el fin de prepararte para la realización de Mis Designios”.
Entonces el Señor le describió a Margarita exactamente de qué forma se iba a realizar la práctica de la devoción a Su Corazón, junto con su propósito, que era la reparación. Finalmente, Jesús mismo le avisa sobre las tentaciones que el demonio levantará para hacerla caer.
Estas son las palabras de Jesús en tan importante día: “Primeramente me recibirás en el Santísimo Sacramento tanto como la obediencia tenga a bien permitírtelo; algunas mortificaciones y humillaciones por ello habrán de producirse y que recibirás como gajes de Mi Amor. Comulgarás, además, todos los primeros viernes de mes, y en la noche del jueves al viernes, te haré participe de la mortal tristeza que quise sentir en el huerto de los Olivos, cuya tristeza te reducirá, sin que logres comprenderlo, a una especie de agonía más difícil de soportar que la muerte. Para acompañarme en la humilde plegaria que elevé entonces a mi Padre, en medio de todas tus angustias, te levantarás entre las once y las doce de la noche para postrarte conmigo durante una hora, con la cara en el suelo, tanto para apaciguar la Cólera Divina, pidiendo por los pecadores, como para endulzar de algún modo la amargura que sentía por el abandono de mis apóstoles, lo cual me llevó a reprocharles que no habían podido velar una hora conmigo. Durante esa hora harás lo que te diga. Pero, oye hija mía, no creas a la ligera todo espíritu, ni te fíes, porque Satanás está rabiando por engañarte. Por eso, no hagas nada sin permiso de los que te guían, a fin de que, contando con la autoridad de la obediencia, él no pueda engañarte, ya que no tiene poder alguno sobre los obedientes”.
Agudas pruebas
Después de la Aparición, Margarita sintió que estaba fuera de sí, y no sabiendo donde estaba, le faltaron las fuerzas y cayó desmayada. Sus hermanas, viéndola en tal aspecto, la levantaron y la cargaron donde la Madre Superiora. Ella, viendo que Margarita no podía hablar ni aun sostenerse, arrodillada ante sus pies, la mortificó y la humilló con todas sus fuerzas. Y cuando Margarita le respondió a su pregunta de lo sucedido, contándole todo cuanto había pasado, recargó sobre ella nuevas humillaciones y no le concedió nada de cuanto decía que el Señor le mandaba hacer, más bien lo acogió con desprecio.
El fuego que devoraba a Margarita por dentro a causa de las Revelaciones le ocasionó una fiebre continua. Ante esta misteriosa enfermedad la Madre Superiora no podía sino sentir miedo y por tanto le dijo a Margarita: «Pida a Dios su curación, de esta forma sabré si todo viene del Espíritu del Señor”.
Margarita, obedeciendo a esta orden, le expuso todo cuanto le pedía su Superiora al Señor, el cual no tardó en recobrarle por completo su salud por las manos de la Virgen Santísima. Y así consiguió Margarita el poder cumplir lo que Dios le pedía.
Viendo la Madre Superiora que continuaban las visiones, y no sabiendo que más hacer para asegurarse de su veracidad, decide consultar a los teólogos. Ella creyó que debía obligarla a romper el profundo silencio que hasta entonces había observado, con el fin de hablar del asunto con personas de doctrina. Compareció pues Margarita ante estos personajes, y haciéndose gran violencia para sobrepasar su extremada timidez, les contó todo lo sucedido. Más Dios permitió que algunos de los consultados no conocieran la verdad de las Revelaciones. Condenaron el gran atractivo que tenía Margarita por la oración y la tildaron de visionaria, prohibiéndole detenerse en sus inspiraciones. Hasta uno de ellos llegó a aconsejar: «Procuren que esta hija se alimente bastante y todo irá mejor”.
«Se me empezó a decir, cuenta Margarita, que el diablo era el autor de cuanto sucedía en mi, y que me perdería si no ponía muy en guardia en contra de sus engaños e ilusiones”. Para Margarita esto fue motivo de gran sufrimiento, no por razón del rechazo o porque pensaban mal de ella, sino por el conflicto interno que le causaba. Llegó a pensar que ella estaba en el error pero por más que trataba de resistir las atracciones de Dios no lo lograba. Se sentía profundamente abandonada, puesto que se le aseguraba que no la guiaba el Espíritu de Dios, y sin embargo, no lo podía resistir.
Cada vez era mayor la oposición aun dentro del convento contra Margarita. Había significativos movimientos de cabeza, miradas reprobatorias y muecas. Algunas pensaban que una visionaria venía a ser como la personificación de todo un escuadrón de demonios, un peligro evidente y una gran amenaza para todas. Llegó hasta tal punto que las hermanas empezaban a rociarla con agua bendita cuando pasaba.
Triunfo
El Señor le había prometido a Margarita que Su obra triunfaría a pesar de todos los obstáculos. Esta promesa empezó a cumplirse cuando, a primeros días de febrero de 1675, le envió al jesuita Padre Claudio Colombiere. En cuanto este santo sacerdote habló con Margarita, pudo ver su santidad y creyó en sus revelaciones, lo cual comunicó inmediatamente a la Madre Superiora. Ante el juicio del Padre Claudio, quién era reconocido por su sabiduría y santidad, la Madre Superiora pudo por fin descansar y le ordenó a Margarita que le contase todo al Padre Colombiere.
Cuarta Revelación
Fue bajo esta nueva aceptación que se dio la cuarta y última Revelación que se puede considerar como la más importante. El Señor quería establecer en la Iglesia una fiesta litúrgica en honor del Sagrado Corazón de Jesús. Sucedió esta Revelación en el curso de la octava del Corpus Christi del año 1675, o sea entre el 13 y el 20 de junio.
Cuenta Margarita: Estando ante el Santísimo Sacramento un día de Su octava, y queriendo tributarle amor por Su tan gran Amor, me dijo el Señor: «No puedes tributarme ninguno mayor que haciendo lo que tantas veces te he pedido ya». Entonces el Señor le descubrió Su Corazón y le dijo: «He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombre y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles Su Amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de Amor. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a Mi Corazón, y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por El recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares. También te prometo que Mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las influencias de Su Divino Amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute”.
El Padre Colombiere le ordenó a Margarita a que cumpliese plenamente la Voluntad del Señor, y que también escribiese todo cuanto le había revelado. Margarita obedeció a todo lo que se le pidió pues su más grande deseo era que se llegase a cumplir el Designio del Señor.
Pasarían más de diez años antes que se llegase a instituir la devoción al Sagrado Corazón de Jesús en el monasterio de la Visitación. Serian diez años muy duros para Margarita. La Madre Superiora, que por fin llegó a creer en ella, fue trasladada a otro monasterio. Pero antes de irse ordena a Margarita a que relatara ante toda la comunidad todo cuanto el Señor le había revelado. Ella accedió solo en nombre de la santa obediencia y les comunicó a todas lo que el Señor le había revelado incluyendo los castigos que El haría caer sobre la comunidad y sobre ellas. Y cuando todos enfurecidos empezaron a hablarle duramente, Margarita se mantuvo callada, aguantando en humildad todo cuanto le decían.
Al siguiente día, la mayoría de las monjas se sintieron culpables de lo que habían hecho, y acudieron a la confesión. Margarita entonces oyó que el Señor le decía que ese día por fin llegaba la paz de nuevo al monasterio y que por su gran sufrimiento, Su Divina Justicia había sido aplacada.
La anunciada muerte de Margarita
En contra de su voluntad, Margarita fue asignada como maestra de novicias y asistente a la Superiora. Esto llegó a ser parte del plan del Señor para que por fin se empezara a abrazar la devoción del Sagrado Corazón de Jesús. Sin embargo Margarita nunca llegó a ver durante su vida en la tierra el pleno reconocimiento de esta devoción. En la tarde del 17 de octubre del 1690, habiendo Margarita previamente indicado esta fecha como el día de su muerte, encomendó su alma a su Señor, quien ella había amado con todo su corazón. Muere entre las 7 y 8 PM. Tenía 43 años de edad y 18 años de profesión religiosa. Pasaron solamente tres años después de su muerte cuando el Papa Inocencio XIII empezó un movimiento que abriría las puertas a esta devoción. Proclamó una bula papal dando indulgencias a todos los monasterios Visitandinos, que resultó en la institución de la fiesta del Sagrado Corazón en la mayoría de los conventos. En 1765, el Papa Clemente XIII introdujo la fiesta en Roma, y en 1856 el Papa Pío IX extendió la fiesta del Sagrado Corazón a toda la Iglesia. Finalmente, en 1920, Margarita fue elevada a los altares por el Papa Benedicto XV.
Intervenciones sobrenaturales
La vida de Santa Margarita estuvo marcada por experiencias sobrenaturales, pero ellas nunca fueron causa para escapar de las realidades cotidianas, sino al contrario. Las Gracias sobrenaturales le trajeron duras pruebas y la necesidad de ejercitar heroicamente las virtudes que forjan la santidad en la vida diaria. He aquí algunos ejemplos.
En 1680 estuvo Margarita enferma de gravedad. Llegaba la fiesta del Corpus, donde se le concedió tomar el Pan de Vida, y se le dio el mandato de no tomar medicina alguna durante cinco meses, ni poner los pies en la enfermería. Añadió la Superiora por escrito que por orden de santa obediencia pidiera la salud a nuestro Señor a fin de poder practicar los ejercicios de la santa regla hasta la fiesta de la Presentación de la Santísima Virgen de ese año 1680. Durante los cinco meses fijados por la Madre Superiora, Santa Margarita gozó de perfecta salud, quedando satisfecha la Madre Superiora de la prueba.
Otra intervención divina ocurrió cuando Santa Margarita tenía que entrar en los ejercicios anuales. En ese momento, Santa Margarita estaba en la enfermería abrasada de calentura. La Madre Superiora le dijo: «Vaya, hija mía, le encomiendo al cuidado de Nuestro Señor Jesucristo; que Él la dirija, gobierne y cure según Su Voluntad». El Señor se le presenta y le hace levantar con mil señales de amor, y le dice: «Quiero volverte con salud a la que te ha enviado enferma y puesto en Mis Manos”. Así quedó sana y vigorosa como si nunca hubiera estado enferma.
Se le presentó una vez delante de ella Jesús cargando con la Cruz, cubierto de llagas y de sangre y le dijo con voz dolorosamente triste: “¿No habrá quien tenga piedad de Mi y quiera compartir y tener parte en Mi Dolor en el lastimoso estado en que Me ponen las pecadores sobre todo en este tiempo?”. La santa se le ofreció y el Salvador colocó sobre sus hombros Su pesada Cruz. Una enfermedad le hizo sentir muy pronto lo desgarrador de aquellos Clavos. Otra vez al acercarse a la sagrada mesa se le apareció la Sagrada Hostia resplandeciente como sol, y distinguió al Señor, llevando en la Mano una corona de espinas. El se la puso en la cabeza, diciéndole: «Recibe, hija mía, esta corona en señal de la que se te dará pronto por su conformidad conmigo».
Sus tres ardientes deseos
- Deseo de amar a Dios y recibir la santa Comunión.
- Deseo de padecer. A consecuencia del deseo de amar, quería dar su vida puesto que no tenía nada más que dar.
- Deseo de morir, así podría unirse con su gran Amor. Pero ella se conformaba con vivir hasta el día del Juicio, si esto era la
Voluntad de Dios, esta separación le dolía más que mil muertes.
Sus cualidades naturales
Santa Margarita era muy sensible, tímida, juiciosa y discreta, de buen espíritu, temperamento constante, corazón caritativo hasta lo imposible. Tenía poca educación formal y sin embargo una profunda sabiduría sobre las verdades sobrenaturales. Tenía un gran juicio y valentía para ser fiel a la verdad. Sabía perdonar de corazón. Las más humillantes persecuciones que soportó quedaron para siempre sepultadas hasta llegar a ser extremadamente atenta para cuantos la hicieron sufrir.
Sus amigas, las almas del purgatorio
Trataba a las almas del Purgatorio como sus queridas amigas. Su divino Dueño les había hecho donación de su sierva durante el año 1683. Debía hacerlo y sufrirlo todo por su rescate. Santa Margarita participaba de los sufrimientos de aquellas almas, se compadecía amargamente, oraba y practicaba duras penitencias para conseguir su liberación. Un día, sentada ante Jesús Sacramentado, de repente se le presenta una persona rodeada de llamas por todas partes. Es el alma de un religioso benedictino que la había confesado una vez en Paray-le-Monial. Le suplica que aplique por espacio de tres meses los méritos de todas sus obras y oraciones por su entrada al Cielo. Le explicó: «Sufro tan terriblemente por el demasiado apego que tuve a mi reputación, mi poca caridad, algunas veces con mis hermanos y alguna torcida intención en mis prácticas de devoción y en mis relaciones con las criaturas”. Margarita promete su cooperación. Durante estos tres meses permanece aquella alma cerca de su víctima voluntaria y la hace participar de los efectos del fuego purificador.
El dolor intensísimo la hace llorar casi continuamente. Al cabo de los tres meses convenidos, se le aparece de nuevo a Margarita resplandeciente de gloria y ella le ve subir al Cielo. Él le da las gracias y promete ser su protector delante de Dios.