Esta Fiesta nos adentra en el misterio de la Sagrada Familia y particularmente en el Corazón de María. José y Maria, amantes de la Ley de Dios, llegan al Templo a presentar a Su Primogénito, para ser consagrado al Señor.
La ofrenda verdadera, simbolizada en dos sencillas y pequeñas tórtolas, es la humildad y la entrega de corazón de Quien es el Tesoro de sus vidas, su Pequeño Hijo, Jesús. Hoy nos corresponde a nosotros hacer esa ofrenda, tener la humildad que como hombres hemos perdido.
Creemos que sabemos más que Dios y no aceptamos ni Su Ley (que es la misma ayer, hoy y siempre), ni Sus Designios. «Pretendemos» ser cristianos a nuestro estilo y no con la Ley que Dios nos dio para vivir abundantemente y en gracia. «Preferimos» olvidar que Dios nos ha elegido y que somos sus hijos: «hijos de Dios». ¡Vaya título!
Es por eso que en esta Fiesta se nos presenta la imagen de la Sagrada Familia, que debe reflejarse en nuestro proyecto de vida. Esta Celebración viene a sanar las heridas y confusión que aquejan a nuestros hogares, mediante la humildad y la entrega a la Ley Divina, como lo hicieron José y María. Ese es el verdadero remedio y la receta de la felicidad.
Luchemos instante a instante por cumplir la Palabra de Nuestro Padre que sabe más que nosotros, que conoce los peligros que nosotros no vemos y que solo quiere nuestra felicidad. Él tan solo necesita que le entreguemos de corazón nuestras oscuridades, penumbras e inquietudes para ser iluminadas y acariciadas con Su Sabiduría, porque así disfrutaremos aquí y en la otra vida de la alegría y la felicidad con la que Él nos recompensará, pues nos ama de verdad. No seamos necios, dejémonos amar! Hoy te proponemos que Cristo, Luz de las naciones, ilumine nuestro camino.
Para ello, realicemos esta Festividad
orando y haciendo bendecir nuestras velas
para encenderlas en los momentos difíciles
que nos toque vivir este año.
Y de modo particularmente importante
consagremos junto a José y María
nuestros hijos a Nuestro Buen Padre Dios.
Padre Nuestro que estás en los Cielos
y que nos regalas Tu Reino,
te entregamos hoy a nuestros hijos
para ponerlos a Tu servicio,
porque necesitan Tu auxilio.
Aléjalos de todo peligro
y de las asechanzas del maligno.
Házlos dignos y santos
porque Vos los has creado
y Tu Corazón les has mostrado
al regalarnos a Tu Hijo Amado.
Házlos en todo semejantes a Vos
y escóndelos en Tu Sabio Corazón
para que sean en esta tierra
reflejo de Tu Amor.
Que sientan Tus manos como cuna y abrazo,
en el camino que para ellos has soñado,
Padre Nuestro los entregamos en Tu Regazo
para que sean por Vos moldeados.
Amén.
(Devoción Privada)