Cada vez que Tu Rostro veo
descubro nuevamente el misterio.
Tu Rostro, Señor, se nos sigue develando
en los enfermos, afligidos y solitarios,
en los ancianos olvidados
y en cada hermano que te sigue buscando.
Pero cuando me miras y veo Tus mejillas
llenas de polvo y heridas
veo también el alma mía,
pues Tu mirada en mí brilla.
Mi Señor del Madero,
duéleme esa Cruz en las que estás colgado
con perversos clavos que yo te he dado,
y sin embargo te sigues dando
por este mi pobre barro,
y solo escucho en Tu suspiro …”Porque te amo”