Santa Teresa de Calcuta

¿Quién es Santa Teresa de Calcuta?

Santa Teresa nació como Gonxha Agnes Bojaxhiu el 26 de agosto de 1910 en el seno de una familia católica albanesa en la ciudad de Skopje, actual Macedonia del Norte.  Era la menor de los hijos de Nikola y Drane Bojaxhiu. Gonxha hizo su Primera Comunión a la edad de cinco años y recibió la Confirmación en noviembre de 1916. Decía de sí misma que “de sangre soy albanesa, de ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja católica, por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”. Desde su primera comunión estuvo en su interior el amor por las almas, el cual crecería con los años a tal punto que llegó a la India con la esperanza de salvar muchas almas.

Fue fundadora y líder de las Hermanas de la Caridad y ganadora de varios premios, entre ellos el premio Nobel de la Paz en 1979. La Madre Teresa, como era llamada popularmente, supo entrar a los lugares más pobres y oscuros de la India para llevarles la Luz de Nuestro Señor Jesucristo a los más pobres de entre los pobres, los cuales eran rechazados por todos y abandonados a su dolor, y asimismo, con su obra, buscó saciar la Sed de Jesucristo.

Entrada en las Hermanas de Loreto

A sus doce años Santa Teresa supo por primera vez que tenía vocación por los pobres. Quería ser misionera y llevar la vida de Cristo allí donde misionara, y aun así no quería ser religiosa, ya que ello le tomó seis años más de discernimiento, decidiéndose definitivamente a los 18 años a consagrar su vida a Dios. Así, en septiembre de 1928 dejó su casa para ingresar en el Instituto de la Bienaventurada Virgen María, conocido como Hermanas de Loreto, en Irlanda. Tomó por nombre el de Hermana Teresa, por Santa Teresita de Lisieux (Santa patrona de los misioneros). En diciembre de ese año partiría hacia la India llegando allí en enero de 1929, siendo destinada a la comunidad de Loreto en Calcuta, donde enseñó en la Escuela para chicas St. Mary.

El 24 de mayo de 1937, la Hermana Teresa hizo su profesión perpetua convirtiéndose entonces, como ella misma dijo, en esposa de Jesús para toda la eternidad. En 1944 se convirtió en directora de St. Mary donde la Madre Teresa destacó por su caridad, altruismo, su capacidad para aceptar trabajos duros, su talento natural como organizadora y su coraje. Así fue como, en 1946, cuando el conflicto entre hindús y musulmanes estalló violentamente en las calles de Calcuta, Santa teresa dejó la seguridad de los muros del convento para buscar alimento para sus más de 300 alumnas, puesto que no tenían nada que comer. Al salir a las calles vio los cuerpos apuñalados, golpeados, yaciendo con la sangre reseca, y allí fue cuando unos soldados la detuvieron y le dijeron que no debería estar en la calle, a lo que ella respondió que “necesitaba alimento para sus alumnas”. Los soldados entonces la llevaron al convento y le dejaron sacos de arroz para que se abastecieran de comida. La Madre Teresa confió en la Providencia Divina y fue compensada ya que no sufrió ningún daño y consiguió alimento para sus alumnas. Este conflicto de violencia extrema es conocido como “el día de la gran matanza”, y dejó cinco mil muertos en las calles y al menos diez veces más de heridos.

Voto privado

En el año 1942 el amor de Santa Teresa por Jesucristo la llevó a tomar un camino conocido por pocos en su momento: realizar un voto privado con el permiso de su confesor, obligándose bajo pena de pecado mortal a dar a Dios todo lo que Él le pidiera, a no negarle nada. La Madre Teresa quería darse a Dios a pleno, sin reserva alguna. Este voto era una verdadera locura de amor, un expreso deseo de la Madre Teresa de beber hasta la última gota del cáliz y dar su Si a Dios ante toda circunstancia. Ella explicaría más tarde que, así como Dios que no nos debe nada se da a Sí mismo a nosotros a pleno, nosotros deberíamos darnos a Él también a pleno y no responder solo con una fracción de nosotros. El darnos totalmente a Dios es un medio para recibir a Dios mismo, por lo tanto, para poseerle debemos dejar que Él posea nuestra alma. Santa Teresa sabía muy bien que la consecuencia del pecado mortal es la muerte de la vida de Dios en el alma, es decir la pérdida del estado de Gracia, y si no se arrepentía le causaría la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna en el infierno. Mediante este voto la Madre Teresa renunciaba a su propia voluntad, pero ello no le molestaba ya que sabía que Dios la amaba, y confiaba en que Su Voluntad hacia ella sería siempre una expresión de ese amor inquebrantable, por difícil o incluso imposible que fuera a veces descifrar Sus designios. Muchas veces lo que otros interpretaban como impetuosidad o falta de prudencia en su obrar se debía realmente al deseo de la Madre Teresa de cumplir la voluntad de Dios con prontitud, una vez que sabía cuál era Su Voluntad.

La llamada dentro de la llamada

El 10 de septiembre de 1946, mientas la Madre Teresa realizaba un viaje en tren al convento de Loreto de Darjeeling -un pueblo situado a los pies del Himalaya- para hacer su retiro anual, Santa Teresa tuvo un encuentro místico con Jesucristo al que luego llamaría su “inspiración”. Era una segunda llamada, su “llamada dentro de la llamada”, para abandonar las hermanas de Loreto donde ella estaba muy feliz, para ir a las calles y servir a los más pobres de entre los pobres. Ella oyó Su llamado para dejarlo todo y servirle a Él a través de los pobres y así saciar su sed de almas. Mas tarde expresaría que “La finalidad general de las Misioneras de la Caridad es saciar la sed de Jesucristo, en la Cruz, de Amor y de Almas”. La Madre Teresa tomaría este día como el verdadero principio de las Misioneras de la Caridad.

Ese mismo día la Madre teresa empezó a recibir una serie de locuciones que seguirán hasta la mitad del año siguiente. Teresa escuchaba la Voz de Jesús y conversaba con Él íntimamente, dirigiéndose a ella como “esposa mía” o “mi pequeñita” y suplicándole “ven, ven, llévame a los agujeros de los pobres. Ven, sé Mi luz”. La Madre Teresa se referiría a estas comunicaciones como la “Voz”.

Al volver de su retiro, lo primero que hizo fue comunicar estas locuciones a su padre espiritual -el Padre Van Exem- quien a pesar de la admiración y respeto que le tenía y de estar convencido de que estas inspiraciones venían de Dios, para probar la autenticidad de las mismas le prohibió a la Madre Teresa pensar en ellas y además le negó reiteradas veces su petición para comunicárselas al Arzobispo. Así el Padre Van Exem contó con la obediencia de Santa Teresa como una confirmación de la Mano de Dios. Teresa fue paciente, permaneció en silencio y en oración en obediencia al pedido de su padre espiritual y en enero de 1947, el Padre no tuvo duda de que se trataba de una inspiración Divina, dándole permiso para poner en marcha la realización de “la llamada” y así escribir al Arzobispo respecto del tema.

Debido a ello, la Madre Teresa escribió en una carta simple y franca al Arzobispo manifestándole sus locuciones y “la llamada”.

“Excelencia, durante este año he deseado frecuentemente ser toda de Jesús y hacer que otras almas—especialmente indias- vengan y Le amen fervientemente, para así identificarme por completo con las jóvenes indias y así amarle como nunca Él ha sido amado. Pensé que era uno de mis numerosos locos deseos. Leí la vida de Santa M. Cabrini que hizo mucho por los americanos porque ella llegó a ser uno de ellos. ¿Por qué no puedo hacer yo por la India lo que ella hizo por América? No esperó a que las almas vinieran a ella, ella fue a ellos con sus celosas trabajadoras. ¿Por qué no puedo hacer yo lo mismo por Él aquí? Hay tantas almas puras, santas, que anhelan darse sólo a Dios. Las Ordenes europeas son demasiado ricas para ellas. Toman más que lo que dan. «¿No me ayudarías?» ¿Cómo puedo? He sido y soy muy feliz como religiosa de Loreto. Dejar lo que amo y exponerme a nuevos trabajos duros y a sufrimientos que serán grandes, ser el hazmerreír de tantos, especialmente religiosos, aferrarme a y optar deliberadamente por la dureza de una vida india, aferrarme a y optar por la soledad y la ignominia, incertidumbre y todo porque Jesús lo quiere, porque algo me está llamando a «dejarlo todo y reunir a unas pocas, para vivir Su vida, para hacer Su obra en la India».

Estos pensamientos fueron causa de mucho sufrimiento, pero la Voz continuaba diciendo: «¿Te negarás?» Un día durante la Sagrada Comunión oí la misma voz muy claramente. «Quiero religiosas indias, víctimas de Mi amor, quienes serían María y Marta, quienes estarían tan unidas a Mí como para irradiar Mi amor sobre las almas. Quiero religiosas libres revestidas con Mi pobreza de la Cruz.  Quiero religiosas obedientes revestidas con Mi obediencia de la Cruz. Quiero religiosas llenas de amor revestidas con la caridad de la Cruz. ¿Te negarás a hacer esto por Mí?» Otro día: «Te has hecho Mi esposa por amor a Mí, has venido a la India por Mí. La sed que tenías de almas te trajo tan lejos.  ¿Tienes miedo a dar un nuevo paso por tu Esposo? ¿Por Mí, por las almas? ¿Se ha enfriado tu generosidad? ¿Soy secundario para ti? Tú no moriste por las almas, por eso no te importa lo que les suceda. Tu corazón nunca estuvo ahogado en el dolor como lo estuvo el de Mi Madre. Ambos nos dimos totalmente por las almas ¿Y tú? Tienes miedo de perder tu vocación, de convertirte en seglar, de faltar a la perseverancia. No. Tu vocación es amar y sufrir y salvar almas y dando este paso cumplirás el deseo de Mi Corazón para ti. Esa es tu vocación. Vestirás con sencillas ropas indias o más bien como vistió Mi Madre, sencilla y pobre. Tu hábito actual es santo porque es Mi símbolo, tu sari llegará a ser santo porque será Mi símbolo.»

Traté de persuadir a Nuestro Señor de que intentaría llegar a ser una religiosa muy fervorosa y santa de Loreto, una verdadera víctima aquí en esta vocación, pero la respuesta vino muy clara de nuevo. «Quiero hermanas indias Misioneras de la Caridad, que serían Mi fuego de amor entre los más pobres, los enfermos, los moribundos, los niños pequeños de la calle. Quiero que Me traigas a los pobres y las hermanas que ofrecerían sus vidas como víctimas de Mi amor, me traerían estas almas a Mí. ¡Sé que eres la persona más incapaz, débil y pecadora, pero precisamente porque lo eres, te quiero usar para Mi Gloria! ¿Te negarás?» Estas palabras, o más bien esta Voz, me atemorizaron. El pensamiento de comer, dormir, vivir como los indios me llenaba de miedo. Recé largo rato, recé mucho y le rogué a Nuestra Madre María que le pidiese a Jesús que apartara de mí todo esto. Cuanto más rezaba más claramente crecía la Voz en mi corazón y así recé para que Él hiciera conmigo todo lo que quisiera. Él pidió una y otra vez. Luego, una vez más, la Voz fue muy clara «Has dicho siempre «haz conmigo todo lo que desees». Ahora quiero actuar, déjame hacerlo, Mi pequeña esposa, Mi pequeñita. No tengas miedo, estaré siempre contigo. Sufrirás y sufres ahora, pero si eres Mi pequeña esposa, la esposa de Jesús Crucificado, tendrás que soportar estos tormentos en tu corazón. Déjame actuar. No Me rechaces. Confía en Mí amorosamente, confía en Mí ciegamente». «Pequeñita, dame almas, dame las almas de los pobres niñitos de la calle. Cómo duele, si tú sólo supieras, ver a estos niños pobres manchados de pecado. Anhelo la pureza de su amor. Si sólo respondieras a Mi llamada y Me trajeras estas almas, apartándolas de las manos del maligno. Si sólo supieras cuántos pequeños caen en pecado cada día. Hay conventos con numerosas religiosas cuidando a los ricos y los que pueden valerse por sí mismos, pero para Mis muy pobres no hay absolutamente ninguna. Es a ellos a quien anhelo, los amo. ¿Te negarás?». «Pide a Su Excelencia que Me conceda esto como agradecimiento por los 25 años de Gracia que le he dado.» Esto es lo que sucedió entre Él y yo durante los días de mucha oración. Ahora todo se aclara ante mis ojos como sigue.

Ser india, vivir con ellos, como ellos, para así llegar al corazón de la gente. La orden empezaría fuera de Calcuta, Cossipore, lugar abierto y solitario o en St. John’s Sealdah donde las Hermanas podrían tener una verdadera vida contemplativa en su noviciado, donde realizarían un año completo de auténtica vida interior, y un año de acción. Las Hermanas tienen que aferrarse a la pobreza perfecta, pobreza de la Cruz, nada sino Dios. Para que las riquezas no entren en su corazón, no tendrán nada de fuera, sino que se mantendrán a sí mismas con el trabajo de sus manos, pobreza franciscana, trabajo benedictino. En la orden deberían ser aceptadas jóvenes de cualquier nacionalidad, pero deberán llegar a tener la mentalidad india, vestir con ropa sencilla. Un hábito largo blanco con mangas largas, sari azul claro y un velo blanco, sandalias, sin calcetines, un crucifijo, cinturón de cuerda y rosario. Las Hermanas deberán recibir un conocimiento muy completo de la vida interior, de parte de sacerdotes santos que las ayuden a estar tan unidas a Dios que Le irradien cuando vayan al campo de misión. Deben llegar a ser verdaderas víctimas, no de palabra, sino en el verdadero sentido de la palabra, víctimas indias para la India. El amor debe ser la palabra, el fuego, que las haga vivir la vida en plenitud. Si las religiosas son muy pobres serán libres para amar sólo a Dios, servirle solamente a Él, para ser sólo Suyas. Los dos años en perfecta soledad deben hacerles pensar en lo interior mientras estén en medio del mundo exterior. Para renovar y mantener el espíritu, las Hermanas deberían pasar un día cada semana en la casa, la casa madre de la ciudad cuando estén en misión. El trabajo de las Hermanas sería ir a la gente. No internados, sino muchas escuelas, gratis, sólo hasta segundo curso. Irán dos hermanas a cada parroquia, una para los enfermos y los moribundos, y otra para la escuela. Si el número lo requiere se pueden aumentar las parejas. Las Hermanas enseñarán a los pequeños, les ayudarán a tener ocio sano preservándoles así de la calle y del pecado. Las escuelas deberían estar sólo en los lugares muy pobres de la parroquia, para acoger a los niños de la calle y cuidarles mientras los padres pobres trabajan. La que se ocupará de los enfermos, asistirá a los moribundos, hará todo el trabajo para los enfermos, tanto, si no más, lo que una persona recibe en un hospital, los lavará y preparará el sitio para Su venida. En el momento fijado, las hermanas se reunirán en el mismo lugar desde las diferentes parroquias e irán a casa, donde tendrían completa separación del mundo. Esto en las ciudades donde el número de pobres sea grande. En los pueblos, lo mismo, sólo que allí podrían dejar este pueblo, una vez que finalice allí su trabajo de instrucción y servicio. Para trasladarse de un sitio a otro con facilidad y rapidez cada religiosa debería aprender a ir en bicicleta, algunas a conducir un autobús. Esto es un poco demasiado moderno, pero las almas se están muriendo por falta de cuidado, por falta de amor. Estas Hermanas, estas verdaderas víctimas, deberían hacer el trabajo que se requiere en el Apostolado de Cristo en la India. También deberán tener un hospital para niños pequeños con enfermedades graves. Las religiosas de esta orden serán Misioneras de la Caridad o Hermanas Misioneras de la Caridad. Dios me está llamando, indigna y pecadora como soy. Estoy deseando ardientemente darle todo por las almas. Todos van a pensar que estoy loca, después de tantos años, empezar una cosa que me va a acarrear sobre todo sufrimiento, pero Él también me llama a unirme a unas pocas para empezar la obra, combatir al demonio y privarle de los miles de almas pequeñas que está destruyendo cada día. Esto es más bien largo, pero le he dicho todo como si se lo hubiera dicho a mi Madre. Anhelo sólo ser realmente Suya, consumirme completamente por Él y por las almas. Quiero que Él sea amado tiernamente por muchos. Entonces, si usted cree oportuno, si usted lo desea, estoy lista para hacer Su Voluntad. No se preocupe de mis sentimientos, no cuente el precio que tendré que pagar, estoy lista, puesto que ya Le he dado mi todo. Y si usted piensa que todo esto es un engaño, también lo aceptaría, y me sacrificaría completamente. Le envío esto a través del Padre Van Exem. Le he dado pleno permiso para usar todo lo que le he dicho en relación conmigo y con Él en esta obra. Mi cambio a Asansol me parece que forma parte de Su plan, allí tendré más tiempo para rezar y prepararme para Su venida. En este asunto me pongo totalmente en sus manos. Rece por mí. Que llegue a ser una religiosa según Su Corazón.”

A raíz de estas locuciones con El Señor, y a pesar de sus miedos, la Madre Teresa se quiso poner a la obra inmediatamente, ya que era todo para la gloria del Señor, pero recibió persecuciones en Loreto de parte de sus superiores y hermanas de comunidad que no entendían por qué pasaba tanto tiempo en el confesionario con su padre confesor. Esta confusión era debido a que desconocían completamente lo que le había ocurrido y su llamada. Debido a esto es que Santa Teresa fue trasladada al Convento de Asansol, debiendo dejar Calcuta y la escuela de St. Mary, donde su partida fue un golpe fuerte. Asimismo, insistió por varios meses al Arzobispo, Monseñor Périer, para que le diera su consentimiento para comenzar la obra, pero por su parte el Arzobispo se mantuvo cauto y le dijo que necesitaba tiempo para rezar, reflexionar y consultar.

Esta cautela se convirtió en una nueva fuente de sufrimiento para Madre Teresa, ya que estaba convencida de la autenticidad de la llamada y estaba acostumbrada a actuar inmediatamente cuando conocía la Voluntad de Dios. Aun así, tan convencida como estaba, no empezaría sin el permiso de sus superiores religiosos ya que creía que, mediante su obediencia a los representantes de Dios, Su voluntad se daría a conocer finalmente y de modo seguro. Por lo tanto, a pesar del gran deseo de comenzar su nueva misión y su angustia por no poder hacerlo, no podía hacer otra cosa que esperar. Intercambiaría cartas varias veces con el Arzobispo en todas ellas insistiéndole que le diera permiso para iniciar las Misioneras de la Caridad, y que el retraso en cumplir la Voluntad de Dios comprometía a varias almas que se perdían, así como le expresó en una carta: “(…) Por favor, no nos demoremos más, déjeme ir. Las almas se pierden en los barrios más miserables y en las calles, El Sagrado Corazón de Jesús sufre más y más, y yo estoy aquí esperando, tan solo por un «Sí» que estoy segura de que el Santo Padre daría, si supiese de qué se trata (…)”. A pesar de varias negativas del Arzobispo donde recomendaba cautela y más tiempo para reflexionar, la Madre Teresa insistió e insistió para conseguir el Si y comenzar la obra, revelándole a monseñor Périer más detalles respecto de sus conversaciones con Jesús.

“ (…) «Pequeña mía, ven, ven, llévame a los agujeros de los pobres. Ven, sé Mi luz. No puedo ir solo, no Me conocen, por eso no Me quieren. Tú ven, ve hacia ellos, llévame hasta ellos. Cuánto anhelo entrar en sus agujeros, en sus oscuros e infelices hogares. Ven, sé su víctima. En tu inmolación, en tu amor por Mí, ellos Me verán, Me conocerán, Me querrán. Ofrece más sacrificios, sonríe más tiernamente, reza más fervientemente y desaparecerán todas las dificultades.» Tienes miedo. Cómo Me duele tu temor. No temas. Soy Yo quien te está pidiendo que hagas esto por Mí. No temas.  Aunque el mundo entero esté en contra de ti, se ría de ti, aunque tus compañeras y superioras te desprecien, no temas, Yo estoy en ti, contigo, por ti.» Sufrirás, sufrirás muchísimo, pero recuerda que Yo estoy contigo. Incluso si el mundo entero te rechaza, recuerda que tú eres Mía, y Yo soy sólo tuyo. No temas. Soy Yo. Sólo obedece, obedece muy alegre y prontamente y sin ninguna pregunta, tan sólo obedece. Nunca te dejaré, si obedeces.» “

Así mismo le comunicó al Arzobispo tres visiones que tuvo:

“1) Vi una gran muchedumbre, todo tipo de personas, muy pobres y también había niños. Todos ellos tenían sus manos alzadas hacia mí, yo estaba de pie y ellos alrededor. Gritaban «Ven, ven, sálvanos, llévanos a Jesús».

2) De nuevo esa gran muchedumbre, pude ver gran dolor y sufrimiento en sus rostros, yo estaba arrodillada cerca de Nuestra Señora, que estaba frente a ellos. No vi su cara, pero oí que decía «Cuida de ellos, son míos. Llévaselos a Jesús, tráeles a Jesús. No temas. Enséñales a rezar el Rosario, el Rosario en familia y todo irá bien. No temas, Jesús y yo estaremos contigo y tus hijos».

3) La misma gran muchedumbre, estaban cubiertos en oscuridad. Sin embargo, los podía ver. Nuestro Señor en la Cruz. Nuestra Señora, a poca distancia de la Cruz, y yo como una niña pequeña frente a ella. Su mano izquierda estaba sobre mi hombro izquierdo, y su mano derecha sostenía mi brazo derecho. Ambas estábamos frente a la Cruz. Nuestro Señor dijo «Te lo he pedido. Ellos te lo han pedido y Ella, Mi Madre, te lo ha pedido. ¿Te negarás a hacer esto por Mí, cuidar de ellos, traérmelos?»

Yo respondí, Tú sabes, Jesús, que estoy preparada para ir enseguida. Desde entonces, no he oído nada ni he visto nada, pero sé que todo lo que he escrito, es verdad.”

A pesar de las frecuentes suplicas de la Madre Teresa, el arzobispo permaneció firme en su propósito de completar un meticuloso proceso de discernimiento antes de dar su visto bueno. Finalmente, después de mucha oración y deliberación, el arzobispo se sintió libre para dar a Madre Teresa permiso para dedicarse a su objetivo, “Puede ir adelante” le dijo a Teresa tras la Misa en el convento de Loreto el 6 de enero de 1948. Con el consentimiento del arzobispo, ahora la Madre Teresa podía hacer el siguiente paso, que era primero obtener el permiso de su superiora general de Loreto para luego obtener la autorización del Papa y comenzar su misión, todo ello siguiendo las normas de la Iglesia. La Madre Teresa obtendría la aprobación de la superiora de loreto el 25 de enero de ese año y la del papa Pio XII la recibiría el 8 de agosto.

Finalmente, Santa Teresa de Calcuta podía poner manos a la obra y dar este nuevo paso hacia lo desconocido, el cual no sería sin sufrimiento, ya que la idea de abandonar Loreto le rompía el corazón. Había llegado el momento de realizar un sacrificio heroico, abandonar la seguridad del convento y embarcarse en un impredecible futuro a los barrios miserables.

El 17 de agosto de 1948 se vistió por primera vez con el sari blanco y con solo 5 rupias en el bolsillo atravesó las puertas de su amado convento de Loreto para entrar en el mundo de los pobres.

Hermanas de la caridad

Después de un breve curso con las Hermanas Médicas Misioneras en Patna, Madre Teresa volvió a Calcuta donde encontró alojamiento temporal con las Hermanitas de los Pobres. Entrando por primera vez a los barrios pobres el 21 de diciembre vestida con su sari y con un Rosario en mano, en su primer día visitó familias católicas, lavó heridas, puso vendajes y entregó medicinas. También atendió a un anciano que se encontraba tendido en la calle completamente enfermo, y una mujer que moría de hambre y tuberculosis. Saltaba a los ojos de la Madre Teresa que había mucha suciedad, miseria, pobreza y sufrimiento en aquellos barrios. Ella comenzaba todos los días en comunión con Jesús, ya que tomaba la eucaristía diariamente.

EL 16 de febrero sería la “noche oscura del nacimiento de la congregación”, y ocurrió cuando se encontraba sola deambulando, buscando un hogar. Caminó y caminó hasta que se le cansaron los brazos y las piernas y pensó en que tan difícil debe ser también para los pobres, ya que a ellos también les debía doler el cuerpo y el alma cuando buscan un hogar, comida o ayuda. En ese momento la tentación se hizo fuerte: vinieron a su mente los edificios lujosos de Loreto, las cosas bonitas, las comodidades y las gentes con las que se relacionaba antes. “Basta con que digas una palabra y todo esto será tuyo” insistió el tentador. No dejándose vencer, la Madre Teresa le pidió valor a Dios para seguir cumpliendo Su Voluntad, incluso si significara seguir sufriendo más, le pidió valor para perseverar en seguir Su llamada. Tan fue así que no derramó ni una lagrima. Después de dos meses de búsqueda El Señor respondería a sus oraciones, ya que los hermanos Gomes le harían disponible el tercer piso de su casa, el cual se convertiría en el “Primer hogar de las Misioneras de la Caridad”.

Hasta este momento la Madre Teresa atendía las necesidades de los más pobres solo con ayuda de voluntarios, pero al encontrarse con las enormes necesidades que había y siempre queriendo hacer más, imploró a la Virgen María que le enviara seguidoras para promover su trabajo. Luego expresó: “«No tengo hijas», igual que hace muchos años ella le dijo a Jesús «No tienen vino». Pongo toda mi confianza en su Corazón (el de María). Sin duda que Ella me dará a su manera”. Su oración fue prontamente respondida cuando antiguas alumnas suyas de St. Mary, impresionadas por el trabajo de su exmaestra, se le unirían. En junio de 1950 la comunidad contaba con 12 jovencitas, y el 7 de octubre de 1950 fue establecida oficialmente en la Archidiócesis de Calcuta la nueva congregación de las Misioneras de la Caridad, en la fiesta de Nuestra Señora del Rosario.

El trabajo día a día de las Misioneras de la Caridad era muy duro. Recorrer largas distancias a pie, con mala comida que a veces tenían que mendigarla, con varias hermanas que tenían que continuar con sus estudios. A pesar de ello la Madre Teresa no quería evitar los sufrimientos ni eliminarlos de su vida ni el de sus seguidoras. Diría a sus hermanas “Jesús dice: «En verdad os digo, si el grano de trigo caído en la tierra no muere, permanecerá solo. Pero si muere dará mucho fruto.» La misionera debe morir cada día, si quiere llevar almas a Dios. Debe estar dispuesta a pagar el precio que Él pagó por las almas, y recorrer el camino que Él recorrió en busca de almas.” La Madre Teresa sabía que todos estos sufrimientos darían sus frutos.

A pesar de las crecientes necesidades de las Hermanas y de los pobres, la Madre Teresa no perdía de vista su objetivo, el de saciar la sed de almas de Jesucristo y dar a la Madre Iglesia muchas santas Hermanas de la Caridad.

Cada nuevo convento era un santuario más donde las hermanas alimentadas con el “Pan de vida” eran animadas a buscar a “Cristo hambriento” escondido entre los pobres de los más pobres. La oración y el servicio fluían de la contemplación de la presencia de Jesús bajo estas dos apariencias. Por eso Madre Teresa nunca se cansaba de repetir: “No somos trabajadoras sociales. Somos contemplativas en el corazón del mundo. Estamos 24 horas al día con Jesús”.

Para mejor responder a las necesidades físicas y espirituales de los pobres, Madre Teresa fundó los Hermanos Misioneros de la Caridad en 1963, y en 1976 la rama contemplativa de las Hermanas, en 1979 los Hermanos Contemplativos y en 1984 los Padres Misioneros de la Caridad. Sin embargo, su inspiración no se limitó solamente a aquellos que sentían la vocación a la vida religiosa. Creó los Colaboradores de Madre Teresa y los Colaboradores Enfermos y Sufrientes, personas de distintas creencias y nacionalidades con los cuales compartió su espíritu de oración, sencillez, sacrificio y su apostolado basado en humildes obras de amor. Este espíritu inspiró posteriormente a los Misioneros de la Caridad Laicos.  En respuesta a las peticiones de muchos sacerdotes, Madre Teresa inició también en 1981 el Movimiento Sacerdotal Corpus Christi como un “pequeño camino de santidad” para aquellos sacerdotes que deseasen compartir su carisma y espíritu.

Ella estaba convencida de que toda esta obra era de Dios y que por eso debía hacerse bien, que muchas veces se estropea la obra de Dios cuando se intenta obtener gloria para uno mismo.

Oscuridad interior

Existía otro lado heroico de esta mujer que salió a la luz solo después de su muerte. Oculta a todas las miradas, oculta incluso a los más cercanos a ella, solo sabida por sus padres espirituales. Su vida interior estuvo marcada por la experiencia de un profundo, doloroso y constante sentimiento de separación de Dios, incluso de sentirse rechazada por Él, unido a un deseo cada vez mayor de Su Amor. Ella misma llamó “la oscuridad” a su experiencia interior. La “dolorosa noche” de su alma – que comenzó más o menos cuando inició su trabajo con los pobres y continuó hasta el final de su vida- condujo a Madre Teresa a una siempre más profunda unión con Dios. Mediante la oscuridad, ella participó de la sed de Jesús (el doloroso y ardiente deseo de amor de Jesús) y compartió la desolación interior de los pobres. No disfrutaba de la sensible presencia de Dios, sino más bien una sequedad espiritual y una aparente ausencia de Dios en su vida y al mismo tiempo un doloroso anhelo de Él. 

Sufría enormemente “la oscuridad” y aun así ofreció pasar la eternidad en ese sufrimiento si eso significaba darle a Jesús un poco más de felicidad o el amor de una sola alma. Madre teresa afrontaba heroicamente esta oscuridad, buscando en contraposición ser un “apóstol de la alegría” para consolar al Sagrado Corazón mediante la alegría. A pesar de “la oscuridad” Santa teresa nunca perdió la compostura y como declararían sus hermanas de comunidad, cuando las cosas iban mal nunca se ponía de mal humor ni se deprimía, siempre estaba alegre.

Su oscuridad la atrajo místicamente a los pobres que servía, porque experimentaba al igual que ellos el desprecio, el rechazo y más que todo el vivir sin fe en Dios. Llegó a declarar que, si “alguna vez llego a ser santa, seguramente seré una santa de la «oscuridad». Estaré continuamente ausente del Cielo para encender la luz de aquellos que en la tierra están en oscuridad”.

Premios de reconocimiento

Durante estos años de rápido desarrollo, el mundo comenzó a fijarse en Madre Teresa y en la obra que ella había iniciado. Recibió numerosos premios; el primero fue el Premio Indio Padmashri en 1962, que se daba a algunos ciudadanos por sus destacados servicios sociales. La madre Teresa aceptaba estos premios en nombre de sus pobres, estando convencida de que era bueno para la Iglesia, pero para ella no significaban nada, solo quería ser una verdadera Misionera de la Caridad como había sido la Virgen María. Estos honores humanos no la llenaban de orgullo y ella siempre se mantenía humilde e independiente a todo elogio o critica que recibiera.

El premio más importante que recibió fue el premio Nobel de la Paz en el año en 1979, en el cual dio un discurso exhortando a amar a los marginados de la sociedad, a los olvidados, ya sean enfermos, desnudos, sin hogar, despreciados, entre otros. Exhortando a la paz y a terminar con el aborto, el cual es el más grande destructor de la paz ya que es una matanza directa hecha por la misma madre hacia su niño inocente no nacido; y que “(…) si una madre puede matar a su propio hijo en su seno ¿Qué impediría a ustedes y a mí que nos matemos mutuamente?, no habría ningún obstáculo”. Les hizo recordar también la cita bíblica de Isaías 49, 15-16 “¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré! Yo te llevo grabada en las palmas de mis manos” aludiendo a que todos esos niños no nacidos están grabados en la palma de la mano de Dios e insistió para terminar con el aborto que mata a millones de niños en el mundo. Este discurso se encuentra publicado en internet y se recomienda verlo ya que es un enorme testimonio para la humanidad.

La Madre Teresa tenía gran compasión por aquellos que se sentían rechazados y despreciados: los padres abandonados en una casa para ancianos, los jóvenes solos, porque sus familias no se ocupan de ellos, y de manera muy especial el niño no nacido. “Encuentro que el niño no nacido es el más pobre entre los pobres hoy en día, el menos amado, el más despreciado, el desecho de nuestra sociedad”. Luchó para defender el precioso don de la vida y éste se convirtió en un tema recurrentes en sus discursos.

Últimos años

El 3 de febrero de 1986 fue visitada por el entonces Papa y ahora Santo, Juan Pablo II, en la casa de Nirmal Hriday en Kalighat -El Hogar Para los Moribundos en Calcuta- y después de saludar a cada uno de los pacientes enfermos el Santo Padre dio un breve discurso donde destacó la obra de las Misioneras de la Caridad, y agregó que” Nirmal Hriday es un lugar de sufrimiento, una casa familiarizada con la angustia y el dolor, un hogar para los indigentes y moribundos. Pero, al mismo tiempo, Nirmal Hriday es un lugar de esperanza, una casa construida sobre el valor y la fe, un hogar donde reina el amor, un hogar lleno de amor (…) En Nirmal Hriday, el misterio del sufrimiento humano se encuentra con el misterio de la fe y el amor”.

En 1996 su salud estaba gravemente deteriorada, y la Madre Teresa debió ser hospitalizada varias veces, pero a pesar de los sufrimientos vividos en cada nueva internación siempre encontraba fortaleza en el Santísimo Sacramento, por lo que se le permitió tenerlo en su habitación del hospital. Santa teresa se quedaba horas y horas adorando a Jesús Eucaristía.

En marzo de 1997, Madre Teresa bendijo a su recién elegida sucesora como Superiora General de las Misioneras de la Caridad, llevando a cabo sucesivamente un nuevo viaje al extranjero. Después de encontrarse por última vez con el Papa San Juan Pablo II volvió a Calcuta donde transcurrió las últimas semanas de su vida recibiendo a las personas que acudían a visitarla e instruyendo a sus Hermanas.

El 5 de septiembre de 1997, la Madre Teresa se quejó de un fuerte dolor de espalda y pronto su condición se agravó por su incapacidad para respirar. Se llamó a un médico y a un sacerdote, pero repentinamente hubo un corte de luz. Las hermanas tenían dos generadores de luz independientes previendo la situación, pero ambos fallaron al mismo tiempo. Nunca había ocurrido algo así, y al no poder encender la máquina de respiración artificial, el médico no pudo hacer mucho. Así, a las nueve y media de la noche, la vida terrena de la Madre Teresa llegaba a su fin a sus 87 años. El Gobierno de India le concedió el honor de celebrar un funeral de estado y su cuerpo fue enterrado en la Casa Madre de las Misioneras de la Caridad. Su tumba se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación y oración para gente de fe tanto rica como pobre.

Menos de dos años después de su muerte, a causa de lo extendido de la fama de santidad de Madre Teresa y de los favores que se le atribuían, el Papa San Juan Pablo II permitió la apertura de su Causa de Canonización. Fue declarada beata el 19 de octubre del 2003 y Santa el 4 de septiembre de 2016. Su fiesta se celebra el 5 de septiembre.

La congregación de las Misioneras de la Caridad siguió creciendo luego de la muerte de Santa Teresa, y en el año 2020 registraba 5.191 Hermanas, dispersas en 762 misiones con presencia en 139 países del mundo, continuando con el legado de la Madre Teresa de darle un servicio gratuito y de todo corazón a los más pobres entre los pobres.

La Madre Teresa de Calcuta, como todos la conocemos, es un faro para la humanidad, y un faro que no se extingue. Ella fue conocida como una luchadora por los pobres, antes de ser reconocida como religiosa, pero nadie pudo negar finalmente que todo ese bien fue hecho en nombre de Jesucristo, en nombre de la Iglesia Católica. Sus diálogos místicos con Jesús no fueron conocidos hasta después de su muerte, lo que dio explicación de algún modo a la magnitud de la obra. No fue Teresa la que hizo la obra, fue el mismo Jesús el que la hizo a través suyo. Nosotros, admirados de lo lejos que puede ir el alma de una persona tan pequeña y débil cuando se entrega totalmente a la Voluntad de Dios, nos sentimos profundamente avergonzados de leer su testimonio. Es que tenemos tanto, y damos tan poco, que no nos queda más que pedir perdón al Señor por nuestra propia miseria, nuestra falta de amor, y nuestra debilidad.